El Sacramento del matrimonio para los
cónyuges, es camino de salvación porque es vocación divina, el amor es
la razón principal por la que un hombre y una mujer deciden casarse, y
de él nace una fuerza que los mantiene unidos. La celebración del
vínculo matrimonial fue un acto de amor y la promesa de amarse
incondicionalmente para toda la vida. Tiene que convertirse en una forma
verdadera de caridad cristiana, teniendo como fin la perfección y
salvación del propio cónyuge. No se debe dejar llevar por los problemas
que surgen por los diferentes temperamentos, ni por la situación
económica, ni por los sentimientos, ni por egoísmos. Se debe fomentar el
amor entre ambos, sobre todo en momentos difíciles. Practicar las
virtudes sobrenaturales y humanas. Crear un ambiente familiar de amor a
Dios y al prójimo.
Por medio de este sacramento, se hace
mucho más fácil el camino de santificación y de apostolado. Cuando se
pone a Dios como centro de la familia, pues es Él quien nos da las bases
sólidas para cimentar la relación, para poder crecer como personas, y
lograr una verdadera relación de amor. En el momento que surjan las
dificultades obtendremos las gracias necesarias para superarlas.
Hay que acercarse, por tanto, a recibir
este sacramento con la mejor disposición, para que podamos recibir la
gracia y recibirla en abundancia.
Todos hemos recibido esta gracia alguna
vez, y hemos sido conscientes de ello, hemos sentido el abrazo de Dios
mismo en medio de una discusión, que nos ha obligado literalmente, a
unirnos en un abrazo de amor y perdón.
Nuestra felicitación para todos los matrimonios que han dejado que esta tarde, Dios haga nuevamente de vínculo en sus relaciones.
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